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sábado, 30 de noviembre de 2013

Prometo que soy de playa.

Vamos a describir el campo. Por qué? No sé. Porque es bonito. No me refiero a un gran espacio donde se divisan las motañas a los lejos y el viento sopla fuertemenete, dejando así los arboles desnudos y partiendo incluso algunas ramas.
Me refiero a esas grandes explanadas donde parece que incluso el verde de la hierba se refleja en el cielo.  Cuando cierras los ojos se escucha la pureza de lo vivo, simulando así un paraiso paralelo, llegando a conseguir escuchar la voz de lo que no existe. Se observan los pájaros volar alrededor de rama en rama, buscando un nuevo cobijo a la vez que surcan cada puesta de sol. Oh las puestas de sol. Donde a veces se cierra los ojos por no poder creer tanta belleza junta. Aquel lugar era bello. Los colores naranjas y azules del cielo se mezclaban en el crepúsculo, dejando a las nubes un ligero tono rosado a su vez, disfrutando asi de una armomía de color en lo alto de aquel campo. Bonito lugar. Plasmado de árboles de diferentes tipos desprendiendo diferentes olores. Siendo así capaz de conquistar tus sentidos con una simple ráfaga de sus perfumes. Observando las hojas y sus diferentes pigmentos, colores difíciles de reconocer de los que seguramente ni siquiera un experto en arte sabría decir el nombre exacto con el que se denomina. Pero así fluye todo en armonía. Con la hierba plasmada en el cielo que se funde en un sinfín de colores con el sol, acorde con el sonido de los pájaros y la distinción de los árboles que a su vez son el hogar de algunos animales. Que bello es ser bello y que bello es reconocer que es bello.