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sábado, 25 de junio de 2011

Cantar a una 'Somos libres' y perdernos, juntas.

Huir de los problemas no conseguirá hacerlos desaparecer, pero las probabilidades de que sean más llevaderos son bastante altas. Correr a velocidades máximas con un descapotable en medio del desierto. Sentir como el viento te despeina y notar la arena en los ojos. Agarrarte a tu amiga, quien te está acompañando en todo momento en el asiento del copiloto. Fumaros un cigarro y, mientras inhalas, pensar en todo lo que has dejado atrás. Y mientras lo expulsas, imaginar como será este nuevo futuro que tanto ideaste. Subirte al capó del coche y mirar al horizonte. Nada. El sonido del viento y vuestras respiraciones son los únicos sonidos percibibles. Y vuelves a mirar. Sientes como si la lejanía te estuviera hablando, como si tus recuerdos se adueñaran de nuevo de tu mente y, así, vivirlos de nuevo. A lo lejos se encuentra él. Él. Por el que tanto has sufrido. El que tanto te ha herido. Y ahora, subida en el capó de ese viejo carro del 87, solo te preocupas de ese pitillo. Ves como las cenizas caen y huyen gracias al viento. Que fácil lo tienen. Ellas si que pueden huir de sus problemas, solo tienen que hacer un pacto con el viento y este las dejará libres. Pero aún así, interpretas esas humildes cenizas como recuerdos suyos. Ahora ya no está. Ni estará. Le odias. Has hecho bien. Olvidale, sé que puedes. Vuelve a meterte dentro del coche y acelera. Mucho, mucho más. Hasta que sientas como tus párpados se cierran por el miedo. No huyas. Enfrentate a tus problemas. Sé fuerte. Convierteté en fuego. Arde.

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