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miércoles, 23 de enero de 2013

Que bonito es llorar de emocion.

Te encuentras en la esquina de tu lugar favorito en el mundo. No sabes realmente que tiene ese lugar. Simplemente sientes una mezcla de paz y felicidad al mismo tiempo. Sentada en una silla con las piernas en lo alto, respirando hondo. Analizando con cada expiración el porque de muchas cosas, aun sabiendo que no lo encontraras nunca. Mirando a las paredes de aquella habitación que te hace sentir tan feliz. Sonriendo para tus adentros, a escondidas. Sintiendo el hogar tan lejos del hogar. Que ironía. Disfrutando cada abrazo. Abrazos de personas, pero también abrazos del ambiente. Abrazos del aire, que te hacen sentir tan confortable. Siendo un poco más feliz. Y entonces empiezas a andar por aquella habitación e intentas darte cuenta que es lo que la hace tan especial. Y realmente no es nada en concreto. Simplemente el espíritu y las ganas que predominan. Amar todas y cada una de las pequeñas tazas de café, las sillas en las que se sientas los alumnos, los cajones con tu nombre para que metas tus cosas. Y ahora estas ahí sentada, enfrente del ordenador de esa persona que te regala una sonrisa sin esperar nada a cambio. Buscando siempre una razón para hacerte sonreír a ti también. Y al final reis las dos. Y entonces te das cuenta de que es eso lo que hace aquella habitación tan especial, es ella. Es todas y cada una de las personas que pertenecen a esto. Yearbook. Y te preguntas que seria de tu vida en aquellos momentos sin todo aquello. Porque lloras de emoción cada vez que piensas en todo eso, se te pone el corazón en un puño y un nudo en la garganta, buscando tu voz para expresar en un grito lo que sientes.
A veces escribir en segunda persona te hace intentar ver todo esto desde fuera, y sigue siendo igual de bonito.